domingo, 23 de diciembre de 2018

Rutas vintage: 1926, buscando piedras por el Sur de Madrid (y II)

Como bien puede recordar el posible lector, dejábamos la anterior entrada de esta ruta vintage junto al espléndido y muy poco conocido Puente Largo, a la entrada de la localidad palaciega de Aranjuez. Como se supone que ya hemos pasado casi toda la mañana en los sitios de interés desde Madrid hasta aquí, nuestra guía de 1926 nos plantea el bonito plan de visitar los palacios y jardines de Aranjuez, comer allí y proseguir el recorrido hacia Colmenar de Oreja. Nosotros, sin embargo, vamos a dejar Aranjuez -que merece una entrada aparte- para continuar el recorrido, que es invierno y anochece pronto.

"Por la tarde, después del almuerzo, y terminada la vista de los palacios y jardines, se reanudará la excursión, avanzando por la gran avenida situada delante del jardín del Príncipe, hasta su terminación que existe aguas arriba del colgante, por donde se entró por la mañana." Salimos por la calle de la Reina -vía de dos carriles en lugar de gran avenida- que luego se transforma en la carretera M-305, hacia el explícito Villaconejos. Los meandros del Tajo serpentean entre sotos arbolados, campos de cereal y pequeños viñedos mientras que, a la derecha, se elevan los altos escarpes rocosos del borde de la mesa de Ocaña.

Avanzamos dejando a la derecha el embalse del Embocador, un pequeño azud utilizado para mejorar el regadío de la vega del Tajo. Un poco más adelante, cogemos una bifurcación a la derecha: la carretera M-318 con dirección a Colmenar de Oreja. Un par de kilómetros después nos detenemos a la derecha para observar el barranco.

La silueta del castillo de Oreja, sobre el escarpe, dominando la fértil vega del Tajo (La Gaceta de Gea)

"Sobre unos grandes peñones, junto a una barrancada que desciende de la mesa de Ocaña al río, se ven las ruinas del castillo de Oreja, que defendía antiguamente la barca y el paso del río entre la llanura del Norte y la altiplanicie del Sur". Efectivamente, tras los campos de cereal y el bosque de galería de chopos, sauces y olmos, aparece la sombra recortada de la potente torre del homenaje, del siglo IX.

Seguimos por la M-318: "la carretera tuerce al NE, penetrándose en el nivel litológico de las margas; a la fertilidad de la llanura baja del valle del Tajo, sucede la aridez de las cuestas yesosas; a los cultivos ortícolas (literal) y a los frutíferos viñedos, la estepa, de matas pinchudas, de hojas pequeñas y coriáceas, y de aromas penetrantes; plantas adaptadas para resistir a la sequía, espaciadas, dejando al descubierto la superficie gris del suelo margoso". Solo un apunte a esta exhaustiva descripción: esto parece la estepa de Mongolia, a 40 kilómetros de Madrid; exotismo en estado puro.

Entramos en el pequeño valle de San Juan. Justo antes del acceso de la urbanización homónima -en la que no hay yurtas, únicamente viviendas unifamiliares con parcelita, lo que evidencia el carácter sedentario de sus moradores- y a la izquierda, en una finca vallada y en lo alto de un farallón margoso, aparece un hábitat troglodítico consistente en una serie de habitaciones excavadas en la roca.

El hábitat troglodítico en 1926 (Guía)

Este tipo de poblados, presuntamente de origen prehistórico, son relativamente abundantes en los escarpes yesosos del Jarama, Tajo y Tajuña, y su máximo exponente es el espectacular Risco de las Cuevas, en Perales de Tajuña. En ellos se han encontrado hachas de fibrolita y abundantes restos de cerámica antigua, aunque Hernández-Pacheco nos dice que "hay ciertos pueblos, tales como el de Morata de Tajuña, en que las casas troglodíticas son abundantísimas y están habitadas, no percibiéndose desde el exterior más que las chimeneas."

El hábitat troglodítico en la actualidad (Google Street View)
La carretera sigue ascendiendo por el desértico paisaje. Pasada la urbanización se abandona el valle y el paisaje estepario se transforma en unas suaves ondulaciones salpicadas de manchas de cereal y olivar, del que se obtiene un magnífico aceite de oliva.

Entramos en Colmenar de Oreja por la calle de Aranjuez, el acceso antiguo del pueblo. La guía nos promete que "en el talud de la derecha existen calizas blancas en capas horizontales" y, a la izquierda, "diversos pozos, abiertos para extraer la arcilla empleada en la fabricación de tinajas": de lo primero no he visto nada y de lo segundo una zona vaciada a modo de cantera; podría ser, o no.

Balsas de preparación de la arcilla, para la fabricación de tinajas (Guía)
Avanzamos por la calle Aranjuez, flanqueda por algunos árboles; su pavimento adoquinado hace vibrar el coche. A la derecha surge un pilón con fuente, con su cartel de interpretación: es la fuente de las Pajaritas, de la cual dice que aunque de apariencia apetecible, por la cristalinidad que presenta en el pilón, es la más salobre de todas las del pueblo. Nuestra guía vintage nos cuenta que "por los pozos abiertos en las capas inferiores de las calizas se llega a las de arcilla plástica, la cual, extraída, se trasporta en borricos a las balsas situadas a más bajo nivel que la fuente que brota, como se ha dicho, en el contacto de las arenas pontienses con las margas sarmatienses". Esta fuente parece coincidir con ambas descripciones: la damos por buena. Por cierto, no hay que beber de ella: es un purgante drástico.


La fuente de las Pajaritas (La Gaceta de Gea)
Se nos propone una visita a las fábricas de tinajas de Colmenar de Oreja, de esta forma tan intensa: "Desde las balsas, los expedicionarios se trasladarán a pie a algunas fábricas de tinajas, situadas a la entrada del pueblo". Hoy en día existen unos hornos de tinajas en la localidad, aunque esta actividad ha disminuido significativamente.


Una imagen de la guía capta mi atención: un antiguo lavadero bordea un camino de tierra cuya escalinata parece introducirse en un enorme túnel, excavado contra el murallón de casas típicas apelotonadas. Precioso; hay que encontrarlo, no debe andar muy lejos.

Hay que encontrar este rincón (Guía)
Bajo por la calle del Barranco y ahí está: el lavadero se incorpora a un acertado parque con diversas plataformas y niveles; el silencio del lugar queda interrumpido por el parloteo de unos adolescentes que se arrullan bajo un sauce llorón. El lugar invita, desde luego.

Tras el lavadero aparece la boca del túnel que discurre bajo la armoniosa Plaza Mayor siguiendo el cauce del arroyo Zacatín: es el Ojo del Puente o Arco de Zacatín. Curiosísimo, nunca había visto algo así.

Lo encontramos: el lavadero y el Ojo del Puente (La Gaceta de Gea)

Seguimos: "en el antiguo salón de sesiones del Ayuntamiento, que tiene carácter de época, se descansará un rato, y después de tomar una taza de te se marchará a visitar las canteras". Cómo cambian los tiempos: en esa época te podías plantar en un ayuntamiento y te ofrecían una taza de té. Igualito que ahora, me pasaré por el de Madrid a ver si lo consigo, aunque supongo que tendré que preguntar de ventanilla en ventanilla.

Salimos por la carretera de Valdelaguna, hacia el norte. Tras el cementerio, que aparece a la izquierda, una pista de tierra nos lleva a un enorme socavón: las canteras de piedra caliza de Colmenar de Oreja, abiertas en la pelada llanura. El suelo es arcilloso-calcáreo, de color rojizo, no hay arroyos de importancia, pues las aguas meteóricas empapan las arcillas superficiales de descalcificación, se infiltran en el subsuelo calizo y reaparecen en forma de manantiales en la zona superior de las cuestas que limitan el páramo. El socavón, con una rampa de acceso, presenta tonos ocres y blanquecinos, lo que indica la abundancia de sales de hierro.
Rojizo acceso a la cantera (La Gaceta de Gea)
Con la piedra de esta cantera, según nuestros anfitriones, están construidos el Palacio Real, la Puerta de Toledo, los ornamentos de la Puerta de Alcalá, las estatuas de los reyes godos de la Plaza de Oriente, la Casa de Velázquez, los palacios de Aranjuez y el ya visto Puente Largo. Se nos presenta unas interesantes fotos de oquedades y galerías excavadas en la cantera; no he podido localizarlas, seguramente ya no existan. Al respecto nos dicen los viejos geólogos "la mayor parte de las explotaciones es mediante galerías sostenidas por pilares, formados por las mismas capas de roca; de trecho en trecho, grandes claraboyas permiten trabajar con la luz del día, arrancándose los sillares y piezas por métodos primitivos".

No he podido encontrar estas cuevas, lástima (Guía)
Nos dirigimos a Chinchón, localidad de carácter parecido a Colmenar de Oreja, aunque mucho más turístico. Demasiado, incluso, aunque lo merece: sin duda una de las plazas mayores más bonitas de España, amplia, porticada, con hermosas balconadas. Una maravilla, poco más que decir.

Jolgorio en Chinchón (La Gaceta de Gea)
Enfilamos a Titulcia, la carretera desciende suavemente entre olivares hasta encontrar el arroyo de Carcavillas, que vierte al Tajuña. Justo antes de cruzar el río sale un camino a la izquierda que nos deja junto al puente y presa del Molino Caído, una obra hidráulica absolutamente olvidada, llena de basura y dejadez. Aún es posible -veremos lo que dura- visitar el mecanismo de la presa de compuertas, que sirve para desviar las aguas del Tajuña a un canal de riego de las huertas cercanas.

Presa de compuertas de Molino Caído (La Gaceta de Gea)
Llegamos a Titulcia, localidad de nombre romano situada sobre un potente espolón de margas yesíferas que mira al río Jarama. Nuestra guía nos cuenta que "aún existen casas troglodíticas excavadas en los bancos margosos, siguiendo la vieja costumbre de las épocas prehistóricas".

Titulcia sobre el escarpe (La Gaceta de Gea)
Finaliza nuestra excursión vintage en Ciempozuelos, al otro lado de la vega del Jarama. Nuestros anfitriones loan la Plaza Mayor, que "presenta carácter típico y pintoresco", al gran arquitecto Ventura Rodríguez, oriundo de esta localidad madrileña, y a las casas troglodíticas que aquí había, que la cabra siempre tira al monte.

Nuestros amigos Eduardo y Francisco cierran el recorrido de forma poco lírica, una rareza para la época: "una distancia de cuatro kilómetros separa a Ciempozuelos de la carretera general de Madrid a Andalucía, recorrida en la ida hacia Aranjuez, por donde se regresará a Madrid, distante 25 kilómetros del empalme".

Hasta la próxima, caballeros. Un placer.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Trogloditas por el mundo (I)

De vez en cuando, el paisaje nos sorprende con cuevas, abrigos o agujeros sospechosos de que puede haber bicho. Con mil, cien, ocho, seis, cuatro o dos patas, esto suele ir por pares. Desde el principio de los tiempos, los animales bípedos han gustado de las oquedades por razones bastante obvias: los Homo sapiens siempre se han llevado mal con los elementos atmosféricos o faunísticos y, de paso, también con los elementos de otras tribus, razas o incluso especies, ya que no hay que olvidar a neandertales, denisovanos y demás pobres diablos. Seguramente por razones identitarias, el hecho diferencial; ya nos conocemos todos.

Sin embargo, el motivo más importante de todos es el estrés climático, que incluye la gran oscilación de temperaturas entre el día y la noche o entre las estaciones del año, así como la variabilidad de los vientos, la radiación intensa y la reflexión del suelo, aspectos que suelen ser más extremos en las zonas más áridas del planeta.

Trogloditismo madrileño antiguo de calidad: el Risco de las Cuevas, en Perales de Tajuña, Madrid (La Gaceta de Gea)
De alguna forma, se usa el término troglodita de forma despectiva: seres cultural y tecnológicamente primitivos. Sin embargo, hoy en día algunos pueblos o comunidades prefieren los hábitats troglodíticos por sus ventajas climáticas, su mejor protección ante fenómenos naturales o simplemente para ahorrar terreno y poder dedicarlo a la agricultura. Por tanto, vamos a hacer una incursión teórica en la casa del troglodita, la caverna, pero no en las naturales sino en las artificiales. Del trogloditismo arquitectónico a lo largo del tiempo, examinando los diseños más interesantes de hábitats subterráneos empleados en algún momento de la Historia o, incluso, en la actualidad.

La primera tipología es la catacumba, únicamente usada en el pasado, afortunadamente. Consta de una serie de galerías con huecos para tumbas, en el caso de que fueran construidas con función funeraria. Hay otros usos para las catacumbas: lugares de refugio, oración e incluso vivienda. Un ejemplo de este último -si se pueden llamar catacumbas- son las misteriosísimas ciudades subterráneas de la Capadocia, de las que ni siquiera se conoce la razón exacta de su construcción, aunque se supone que era para que los cristianos bizantinos de los siglos VI y VII dC no cayeran en manos de persas y árabes. He tenido la suerte de visitar la de Kaymakli, con sus múltiples niveles -todos ventilados- repletos de habitaciones, cocinas y rudimentarios baños: la sensación es indescriptible, una mezcla de claustrofobia y asombro ¿Tan chungos eran sus enemigos como para montar esta extravagancia? Viviendo entre 3.000 y 50.000 personas allí abajo y sometidos a una gran presión ¿cómo no se mataron entre ellos? Demasiadas preguntas y pocas certezas: impresionante.

Ciudad subterránea de Kaymakli, en la Capadocia (Aydin Goreme Travel)

Nos vamos a Túnez. En las llanuras y en las altitudes más bajas de la zona montañosa del sur del país todavía viven, de forma troglodítica, varios miles de personas de origen bereber. En la localidad de Matmata, las unidades habitacionales son accesibles desde un gran patio circular, excavado de 50 a 80 metros bajo el nivel del suelo, fácilmente tallable por estar compuesto de capas alternas de caliza dura y blanda, por lo que las habitaciones se excavan en la caliza más blanda. Los animales, sin embargo, se mantienen en el exterior, y el grano se almacena en unas estructuras semicirculares por encima del suelo, ya que las cavernas no proporcionan la correcta ventilación y secado del mismo.

Casa troglodítica de Matmata, Túnez (Wikimedia Commons)
El diseño general de estas estructuras es el siguiente: las habitaciones rodean el gran patio hundido y son accesibles mediante escaleras o túneles a diferentes alturas. En las paredes de estos túneles hay espacios para alojar animales pequeños, a modo de despensas. Las habitaciones presentan techos abovedados, son rectangulares y curvadas en las esquinas, midiendo de 2 a 2,5 metros de lado.

Ghorfa en Ksar Medenine, Túnez (Wikimedia Commons)
En algunas unidades subterráneas los bebereres construyeron, antes de la invasión de los árabes -sobre tierra y para almacenar grano- las interesantes ghorfas. Se trata de estructuras talladas en la piedra cuyas fachadas forman líneas de nichos unidos por escaleras y rematados de forma abovedada, algunas de ellas de más de seis pisos de altura. Tras la invasión árabe, en el siglo VII dC, las ghorfas se usaron con propósito defensivo, alojando pueblos enteros en caso de necesidad, para lo que construían cisternas de abastecimiento de agua dentro de las estancias. Al pacificarse el asunto, los bereberes volvieron a sus viviendas excavadas en el suelo y dejaron las ghorfas para su uso tradicional. Por cierto, una agrupación de ghorfas se denomina Ksar; de hecho varios pueblos del sur de Túnez se llaman así, por lo que es fácil inferir su posible interés turístico.

Próxima parada: China. En el norte del país, con su clima semiárido, sujeto a importantes sequías así como temperaturas extremas, viven miles de trogloditas en sus yaodong desde el siglo IV aC, especialmente en las provincias de Henan, Kansu, Shaanxi y Shanxi. El suelo de limo arcilloso, denominado loess, posee una gran porosidad, por lo que retiene bien la humedad, creando un microclima subterráneo más húmedo, fresco y agradable. Además, se trabaja muy bien y permite la construcción de muros verticales y techos horizontales, lo que facilita el hábitat subterráneo.

Yaodong en la provincia de Henan, China (cgtn.com)
Consta de un patio cuadrado, excavado en el loess, a partir del cual se distribuyen las estancias. El acceso al patio se produce por medio de una escalera, marcada normalmente con un árbol, que lleva a un túnel perpendicular al patio. La diferencia principal con el hábitat tunecino es que el chino es más compacto y está mejor organizado espacialmente. Una curiosidad es que las habitaciones tunecinas poseen las esquinas redondeadas y las chinas esquinas rectas.

Regresamos a la Capadocia para visitar el valle de Göreme, de visita absolutamente imprescindible. Un paisaje extremadamente dramático por gracia de sus famosas chimeneas de toba volcánica, de formas cónicas, que forman extensos e inolvidables paisajes puntiagudos, dorados a la luz del atardecer y ocupados desde el año 2300 aC hasta la actualidad.

Museo al aire libre de Göreme, Capadocia, Turquía (Wikimedia Commons)
Hay conos pequeños, de una o varias viviendas, y conos de grandes dimensiones donde se agolpan multitud de ellas, y que no dejan de recordarme a los enormes termiteros africanos.

Finalizamos esta primera entrada dedicada al trogloditismo en el sur de Italia, más concretamente en las regiones de Apulia y Basilicata; en la primera los hábitats troglodíticos aparecen en zonas kársticas, formadas por piedra caliza y, en la segunda, estos asentamientos se localizan en terrenos volcánicos de toba, de forma similar a la Capadocia.

El hábitat de Ginosa, Apulia, Italia (pinterest)
En Apulia tenemos el pueblo troglodítico de Ginosa, tallado en un acantilado, sobre el que descansa el poblado actual. Consta de cuatro niveles de casas, dispuestos de forma aterrazada.

Poblado de Sassi en Matera, Basilicata, Italia (italiannotes)

En la región de Basilicata se ubica el más turístico poblado troglodítico de Sassi di Matera, ocupado desde aproximadamente el año 1500 aC hasta principios del siglo XX. En lo alto de un profundo farallón surgen hileras aterrazadas de viviendas excavadas en la roca y, por encima de ellas, aparece el poblado nuevo, de forma similar a Ginosa.

Aquí damos por finalizada la primera entrega de Trogloditas por el Mundo; en la segunda seguiremos analizando ejemplos de este modelo de hábitat tan imbricado en el inconsciente colectivo: casa, refugio, seguridad, protección, contacto íntimo con la Naturaleza.

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